¿Confinados seguimos siendo libres?

 



El hombre es social por naturaleza, no por convención. Su vida se desarrolla en relación con otros hombres, con quienes con gusto o disgusto está obligado a convivir. A estas alturas de la historia hace tiempo que sabemos que la convivencia no se da espontáneamente en condiciones aceptables, sino que necesita ser regulada, y para ello nos dotamos de normas y leyes, elaborados a partir de unos principios primarios sobre los que hay un acuerdo implícito o explícito y que permiten la convivencia pacífica y respetuosa en el día a día, cuando además de los intereses colaborativos afloran los opuestos. En el hombre coinciden un polo social y otro egoísta y la búsqueda del equilibrio entre los dos es cotidiana y no siempre alcanzada de forma satisfactoria para las partes. Ni contigo ni sin ti, nos vemos, por tanto, en una convivencia imprescindible pero al mismo tiempo conflictiva que necesita una regulación que demarque el espacio de lo justo y sin la cual la sociedad sería un estado de guerra permanente. Sancho Panza se admira al observar cómo la necesidad de justicia la sienten hasta aquellos que la vulneran, cuando observa cómo Roque Guinart reparte el botín entre sus bandidos con legalidad y prudencia, como explica Cervantes, sin pasar un punto ni defraudar nada de la justicia distributiva.


"(...) dijo Roque a don Quijote:
—Si no se guardase esta puntualidad con estos, no se podría vivir con ellos.
A lo que dijo Sancho:
—Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia, que es necesaria que se use aun entre los mesmos ladrones"

Don Quijote de la Mancha 2ª parte Cap LX.

Desde hace año y medio, como forma de luchar contra la pandemia provocada por la COVID19, los gobiernos de todo el mundo han tomado medidas dirigidas a reducir el contacto entre los ciudadanos que han requerido la suspensión o limitación de derechos fundamentales como el de reunión o el de libre circulación. Muchos ciudadanos protestaron al entender que en esta situación su libertad política estaba siendo recortada. Encabezaron protestas que salieron a la calle y corrieron por las redes reclamando una corrección de las medidas encaminada a devolver los derechos y la libertad perdida. Encarnaron una discrepancia debida en realidad a una diferencia ideológica radical que ahora se manifestaba en la forma diferente de entender la libertad política. En la mayoría de los casos estas protestas estaban basadas en planteamientos ultraliberales. El ultraliberalismo es una ideología de carácter libertario que se construye tomando como referencia el punto de vista del propio individuo que soy yo. Partidario del Estado mínimo, se resiste al establecimiento de normas ajenas al individuo que regulen su comportamiento por considerar que limitan su libertad, libertad que para el ultraliberal consiste en el desarrollo más amplio posible de la propia actividad y en la sola aceptación de limitaciones mínimas imprescindibles por parte de instituciones o individuos del entorno. Cuantas más normas políticas menos libertad, cuanta más libertad, menos normas políticas. Resulta llamativo de esta posición que la reclamación de libertad en este caso, como de ciertos derechos en otros, siempre se hace desde una posición de privilegio, nunca de renuncia o solidaridad, y parafraseando el título de aquella película podríamos preguntar "¿por qué lo llaman libertad cuando quieren decir provecho?"

Frente a esta postura se sitúa el planteamiento cívico, que entiende que la sociedad es una realidad en sí, resultado de la convivencia cooperativa de sus miembros y que para realizarse con justicia puede necesitar una renuncia al egoísmo en beneficio del bien común. Es parte fundamental de este planteamiento el hecho, requisito imprescindible, de que la sociedad delibera continuamente, conscientemente o no, acerca de qué entiende por "bien común" y que para alcanzarlo y protegerlo se dota de normas y leyes que restringen los egoísmos y protegen a los débiles. Cuando se está en camino de conseguirlo, la sociedad es justa. Cuanto más cerca está de ello, más justa. La libertad desde este punto de vista tiene que concebirse teniendo en cuenta al otro como parte inseparable del yo. Consiste en la posibilidad real de vivir de acuerdo con unas normas que previamente nos hemos dado y que fueron elaboradas teniendo en cuenta que por encima del interés individual está el colectivo. Libertad es hacer lo que uno quiere, sí, pero matizado por el derecho igual al mío de mis conciudadanos. La libertad consiste en la potestad de participar en el diseño del tamiz que recibe todos los actos posibles y deja pasar sólo los correctos. No soy libre por hacer lo que quiero, sino por poder participar en la modelación y la elaboración de las normas y leyes que regulan la convivencia. Soy libre porque acepto cumplir las leyes que limitan tanto mi acción como la de los demás en aras de la convivencia y la solidaridad, y porque esas leyes fueron redactadas y acordadas por los ciudadanos mediante sus instituciones políticas democráticas. Cuando los ciudadanos tienen que obedecer leyes impuestas, con un origen que no está en la propia ciudadanía y que además no pueden ser reformadas ni derogadas por ella, hay ausencia de libertad. En cambio, cuando las leyes emanan de la propia ciudadanía, cuando proceden de un poder legislativo elegido por todos de acuerdo a un procedimiento democrático, cuando la representación es verdadera y el Parlamento refleja fielmente a la ciudadanía, cuando las leyes se aprueban después de un debate y acuerdo entre los partidos, cuando todo esto ocurre, las leyes son propias y los ciudadanos viven en una situación de autonomía, y por lo tanto en libertad. Sólo puede haber libertad en un sistema político democrático, sistema que permite a los ciudadanos establecer sus propias leyes, aquellas con las que se va a regular su convivencia. Un entorno político realmente democrático proporciona el medio necesario para que las normas y las leyes sean de todos, porque entre todos son creadas y en todo momento se pueden reformar. Obedecer estas leyes, renunciando a los intereses egoístas, es expresión de libertad cívica y responsable, y de humanidad. Es lo máximo a que podemos aspirar. Más allá de ahí no está la libertad, está el camino a la barbarie.



Nota: no reclamo originalidad para este escrito. Está hecho al dictado de Aristóteles, Kant y Rawls, que me lo susurraron al oído. Pude no entenderles bien alguna cosa y ahí anoté lo que yo pensaba. En eso únicamente pude ser original. Pero tampoco mucho.










Peñaranda de Bracamonte, 29 de agosto de 2021


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