Por la Filosofía




 A menudo, para defender su lugar en las aulas, se dice de la Filosofía que favorece el espíritu crítico y promueve el uso de la razón en la búsqueda del conocimiento. Esto es verdad, pero este argumento no es suficiente para tal cometido ya que la Filosofía no es la depositaria exclusiva de tales virtudes. Todas las asignaturas que se estudian en nuestras escuelas e institutos, salvo Religión, tratan de disciplinas que abordan su objeto específico mediante el uso de la razón, exponiéndose a la crítica y desechando el dogmatismo.

La Filosofía tiene al menos dos rasgos que la distinguen de las demás disciplinas que se imparten en los centros educativos: por un lado, reflexiona sobre el Hombre y la problemática que le plantea existir en un mundo y entre otros hombres. Y por otro, la Filosofía hace esa reflexión desde el punto de vista privilegiado que le proporciona el hecho de ser precisamente un hombre o una mujer quien reflexiona. El Hombre es para la Filosofía, por tanto, el objeto y el sujeto de su estudio.
La Filosofía se desarrolla con un criterio riguroso basado en la razón, pero no en una razón científica sino en una razón dialogada que se construye con el otro. Avanza sobre un suelo movedizo que necesita la crítica para asentarse. No da resultados exactos y definitivos, porque el Hombre es una realidad que no se deja encasillar, pero sí rigurosos y válidos.
Esto no agota lo que la Filosofía es, pero creo que aunque solo sea por las razones expuestas, la Filosofía merece un espacio en nuestras aulas y en nuestras vidas.

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