A rueda


 Llegamos a casa y falta muy poco para cenar. Salgo a la terraza para quitarme los zapatos mientras veo el paisaje, consulto el móvil y mando algunos mensajes ingeniosos que rondaban en mi cabeza. Cuando entro, Cristina se ha cambiado y ya está preparando la cena al mismo tiempo que hace alguna otra cosa. Miro el reloj y, ¡caramba, tampoco ha pasado tanto tiempo! Me siento prescindible y me avergüenzo al pensar que voy demasiadas veces a rueda, aunque también es verdad que ella tiene un ritmo que no decae, difícil de seguir y que parece que todas sus metas son volantes. En momentos así siempre pienso que la humanidad está aquí gracias a la madres, pero no sólo debido a lo obvio, a que sin madre no hay nacimiento, sino a que además sin madre no habría supervivencia.


Me dice que ha visto que el lavabo no traga bien, así que sospecha que el sifón puede estar atascado. Silencio. Es mi oportunidad. Voy y espero sinceramente que el tapón sea realmente desagradable.

Comentarios

  1. Hay que saber ponerse a rueda y sobre todo, poder seguir el ritmo. No todos dan la talla

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Filosofía para Juan

Sobre Derechos Humanos y derechos animales

Analogía de un mecánico de coches