Me gusta escribir



Me gusta escribir, combinar de forma armónica palabras, algunas de las cuales encierran conceptos, para transmitir una idea que hasta ese momento se encontraba sólo en mi cabeza.

¿De dónde vino?  Hay alguna idea a la que hay que salir a buscar con un objetivo claro y un cazamariposas, pero otras te abordan en una aparición de golpe e inesperada que muchas veces se atribuye a las musas. Yo no creo en las musas, aunque sí en las buenas digestiones.

Al ser expresada, al ser escrita, la idea se extraña porque se ha hecho objeto. Por ello puedo cogerla, girar la muñeca, recoger el brazo para acercarla y ver el detalle o estirarlo para alejarla y ver el conjunto, para observarla desde diferentes puntos de vista. Acaricio sus aristas, pulo lo cortante o afilo lo romo. El escritor es un escultor de ideas. Pruebo su dureza y valoro su potencia porque sé que al contacto con el aire algunas ideas se oxigenan pero otras se oxidan. Entonces la reformulo, perfilo, corto o amplio. O la desecho.

Cambio palabras que no combinan, se repiten o son malas vecinas. Marco la puntuación para cuidar el ritmo. Ajusto la extensión de la frase. Una frase corta es eficaz. Lo sé. Una frase larga puede ser más hermosa, puede fluir como una melodía, pero entraña el riesgo de perdernos en sus giros, ya que al quedar lejos los puntos en los que se apoya, si no se apuntala bien, puede combarse y retorcerse, puede deformarse hasta impedirnos ver el principio y el final.

Y al terminar confío en haber sido capaz de expresar esa realidad, en haber llegado a una formulación armónica, eficaz y fiel de aquella primera idea que se me presentó pidiendo ser expresada. Y sobre todo me digo, Dios mío, espero no decir bobadas.

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