Filosofía para Juan


Juan empezó 1º de bachillerato y se encontró por primera vez con una asignatura llamada Filosofía. Aunque no supiera exactamente de qué trataba, el nombre no le resultaba extraño porque la palabra filosofía aparece tan frecuentemente que es incluso familiar, pero el uso que se le da es tan variado que parece polisémica. Yo temía que ante esa confusión un día me preguntara qué es la filosofía porque iba a decepcionarlo al carecer de una respuesta concreta, así que me propuse reflexionar y escribir algo breve para responder y que al mismo tiempo sirviera para aclararme yo y todo aquel a quien le pudiera interesar.

Cuando estudiaba en el instituto hubo una serie de robos en el pueblo y por algún motivo la Policía sospechó de alguno de los alumnos del curso al que yo pertenecía. Un día nos citaron a declarar y fuimos pasando uno a uno para responder a sus preguntas. Mientras todos habíamos ido aportando los datos concretos que podíamos dar a la investigación, uno de nosotros, que estaba especialmente interesado por la filosofía, se plantó ante el policía y le preguntó:"¿por qué se roba?" Pues bien, esa es una pregunta filosófica. Los policías iban directamente al dato, a analizar los gestos, a contrastar las coartadas. Toman la lupa y buscan la huella. La filosofía en cambio busca otro punto de vista más alejado del hecho para observarlo y conocerlo.


La filosofía nació del asombro y de la curiosidad. Hace 2.500 años surgió una manera diferente de responder a las preguntas que la realidad había planteado desde siempre a los hombres y por primera vez se buscó en la misma realidad las respuestas en lugar de recurrir a lo mágico, lo mitológico o lo religioso. Se abandonó el mito en favor de la razón pero además se hizo asumiendo de antemano una idea fundamental que hoy sigue teniendo tanta vigencia que es una premisa a priori incuestionable en cualquier investigación: los hechos ocurren de acuerdo a un orden que no depende de nadie, un orden que, por tanto, es necesario, es decir, es como es y no puede ser de otra manera (no contingente). Se tuvo el convencimiento muy optimista, quizá ingenuo, de que entre los fenómenos existían unos vínculos necesarios que los ligaban entre sí, de que la realidad era más que su apariencia, que por detrás de ella estaba el soporte que le da forma y la explica y que ese soporte respondía a una regularidad. Y sí, los hechos demostraron que aquella idea fundacional era cierta, que este mundo en que vivimos y que nos interpela es el mundo de Newton y no el de Alicia, pero también hay que resaltar que siendo así podría haber sido de otra manera, que también en la naturaleza hay un mundo donde la relación causa-efecto no es unívoca y es el mundo subatómico que explica la física cuántica con procedimientos probabilísticos y no deterministas.
La labor del filósofo consiste entonces en conocer eso que subyace a lo aparente, en dirigirse a la realidad mediante la facultad de la razón para descubrir la ley que la rige y alcanzar así la verdad. Nada hay de extraño en todo esto porque este proceso forma parte de nuestra vida cotidiana. Habitualmente, por ejemplo, nos esforzamos en entender qué es lo que provoca el comportamiento de las personas que nos rodean. Procuramos conocer los principios, forma de ser e intenciones de aquellos con quienes convivimos, algo que resumimos con la expresión "llegar a conocer a una persona", y nos desconcierta convivir con alguien imprevisible y voluble de quien no conocemos su porqué. También necesitamos saber cuáles son las reglas de las organizaciones sociales en que vivimos y sus normas de funcionamiento. Necesitamos abrir un hueco en el decorado para descubrir la tramoya, desvelar la realidad, porque no conocer el fundamento de lo que ocurre nos inquieta. El caos nos angustia. Partimos de la premisa de que las regularidades existen y que la realidad no se agota en la apariencia, que las cosas ocurren por algo y que ese algo responde a una razón, a una ley, a un orden. Cuando podemos prever los acontecimientos estamos más tranquilos porque nos sentimos más fuertes al ser capaces de controlarlos. Cuando no, nos angustiamos porque nos sentimos más vulnerables. Como dijo Dante, la flecha que vemos llegar viene más despacio.


La filosofía, entonces, se dirige a la realidad para desvelarla y encontrar en ella mediante la razón los vínculos entre los fenómenos, las leyes que rigen los acontecimientos, el orden que marca la ocurrencia de los hechos, las regularidades. Para este cometido la filosofía se sirve de un procedimiento que constituye uno de sus rasgos característicos y que tiene dos movimientos: uno para alejarse en busca de una perspectiva que le permita observar la categoría y establecer ese orden o regularidad, y otro de acercamiento para aplicar en los casos concretos eso que ha llegado a formular idealmente. La filosofía, como en la caverna platónica, se aleja para conocer y vuelve para reconocer. Porque la filosofía siempre tiene que volver, está obligada a ello porque tiene un compromiso con el mundo, y la que no vuelve es mera especulación, entretenimiento, onanismo mental.
Este procedimiento de alejamiento y luego acercamiento para conocer es una característica esencial que tiene en común con la ciencia. Bajo el título de filosofía se recogió todo el conocimiento desde el SigloV a.c. hasta la invención del método científico. Hablar de la historia de la filosofía es hablar de la historia de la astronomía, de la física, de la antropología, de la psicología, de la política, de la ética. Todo entraba dentro de la misma disciplina pero en el SigloXVI surge un nuevo método, el científico, para dirigirse a la realidad en busca de las leyes que la rigen. El científico, como el filósofo, dirige su mirada para descubrir la verdad de los hechos mediante el uso de la facultad de la razón. Pero la realidad a la que atiende está disminuida, la ha pelado para deshacerse de todo lo que no sea mensurable. La realidad que interesa al científico es la que está escrita en caracteres matemáticos, la cuantitativa, y hacia ella se dirige para extraer las leyes que le permiten comprenderla y preverla. La que no es mensurable, la cualitativa, no le interesa. El científico sacrifica la completud de la realidad en beneficio de la exactitud.
La filosofía en cambio tiene el universo como objeto. Universo es todo lo que hay, el ser, la totalidad de lo existente. Filosofar es "buscar al mundo su integridad, completarlo en Universo y a la parte construirle un todo donde se aloje y descanse", como dice Ortega y Gasset en "¿Qué es filosofía?". La realidad a la que atiende el filósofo no será sólo la cuantitativa escrita en caracteres matemáticos. La filosofía atiende sobre todo a esa otra realidad que, a pesar de que no se deja atrapar por lo medible y cuantificable, sí guarda regularidades y leyes esperando a ser descubiertas para así alcanzar su comprensión.

La ciencia se ha mostrado extraordinariamente competente para tratar los fenómenos del mundo físico. La potencia de su método nos ha permitido conocer nuestro universo exterior desde el nivel micro hasta el macro y nos ha proporcionado los medios para que nuestras condiciones de vida sean hoy las mejores que ha disfrutado nuestra especie en toda su existencia. Ante lo grandioso de la ciencia la filosofía a menudo se acompleja y llega a verla como rival cuando en realidad se trata de dos formas complementarias de abordar el mundo para conocerlo y vivir en él. Mientras la ciencia centra su investigación en la naturaleza, el centro de la reflexión filosófica es el hombre, un hombre que soy yo, que convive con otros hombres como yo en un mundo que como anfitrión nos acoge a todos. Al filosofar, por tanto, tratamos de comprendernos a nosotros mismos para, a partir de ahí, comprender a los demás y al mundo. La filosofía asume el "Homo sum, humani nihil a me alienum puto" de Publio Terencio Afro ( "Soy un hombre, nada humano me es ajeno") y establece una conexión esencial entre ella y el hombre aprovechando en su labor el punto de vista privilegiado que da reflexionar sobre sí mismo y sobre otros como él.
La comprensión que alcance la filosofía no será exacta, universal ni eterna, pero sí rigurosa. La labor de la filosofía será como la de aquella expedición que tras una durísima travesía alcanzó el Polo Norte. Con gran gozo clavaron la bandera en el punto exacto que indicaba el GPS y después de celebrarlo, cansados, se echaron a dormir. Por la mañana, cuando despertaron, se dieron cuenta de que según el GPS ya no estaban sobre el Polo Norte porque la plataforma de hielo sobre la que se asentaban había ido a la deriva y se habían desplazado. Lo que la noche anterior era verdad había dejado de serlo. Pues algo así le pasa a la filosofía. Dado su objeto escribe en precario y siempre está expuesta a la crítica, corriente que mueve o confirma la posición de la banquisa de hielo con la bandera clavada en su superficie. Muchas de sus verdades caducan y todas tienen un aire de provisionalidad. La filosofía alcanza la verdad más por aproximación que con exactitud y percibe en todo momento que el suelo se mueve bajo sus pies, pero esto no debe desmoralizar a quien aspira a conocer porque es algo consustancial a su objeto. La filosofía se dirige a una realidad que cambia, así que no debe extrañar que sus planteamientos muchas veces se vean superados. No aceptarlo es caer en el dogmatismo y perder el sentido de la realidad, para mí los grandes pecados de la filosofía. Nicolás Abbagnano escribe en su "Historia de la Filosofía":


"El valor de una filosofía no se mide por el quantum de verdad objetiva que contenga, sino sólo a razón de su capacidad para servir como punto de referencia (aunque sólo sea polémico) para cada intento de comprenderse a sí mismos y al mundo".
Lo comparto plenamente.


Juan, espero que te sirva.








Peñaranda de Bracamonte 6 de diciembre de 2019

Comentarios

  1. Un a artículo muy acertado que refleja la complejidad de la disección que has hecho mediante una reflexión perfectamente entendible. El final me parece acertadísimo, pues es nuestro proceso crítico el que nos lleva a avanzar como seres humanos. Es el plantearnos la realidad que se nos presenta desde distintos puntos de vista, es ese cuestionarnos las verdades establecidas por la corriente establecida lo que debe guiar nuestro camino en este mundo que nos acoge. Así pues, no debemos ser pusilánimes a la hora de enfrentarnos a la «verdad oficial» del GPS aunque nos tachen de reaccionarios o negacionistas, porque sólo así avanzaremos hacia el conocimiento.
    Enhorabuena Gerardo. Espero que Juan se de por satisfecho con tu explicación y se sienta orgulloso de tener la fuente Kastalia en casa.

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    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario. Estoy de acuerdo contigo. El camino del conocimiento es complicado e incierto y es más fácil tomar los mensajes de fácil digestión de forma acrítica e incorporarlos al ideario propio, algo en lo que se apoyan los movimientos populistas con tanto éxito hoy en día. La mentira nos acosa sin descanso, como el Alien de la película acosa a Sigourney. Como ella no podemos rendirnos, a pesar de que incluso cuando creemos habernos librado se nos vuelve a aparecer de forma violenta, como en la última escena. Nunca estamos libres de la mentira y de muy pocas cosas podemos estar absolutamente seguros, sin embargo tenemos que actuar como si lo estuviésemos porque de lo contrario caeríamos en un relativismo que nos haría pusilánimes. Para no serlo creo que necesitamos (necesito) apoyarnos en determinadas "verdades oficiales" que antes, eso sí, hemos sometido a la crítica para después hacerlas personales.
      Dices algo que me plantea una reflexión: ¿qué pasa si llego a una idea que parece verdad pero por otro lado la reconozco negacionista o reaccionaria? Puede tratarse de una idea razonable, sostenible desde el punto de vista de la lógica e incluso puede haber aspectos de la realidad que la confirman, pero en cambio es humanamente inconveniente o intolerable. ¿Quién vence? Creo que puede haber ciertas "verdades" que no me puedo permitir, que no quiero permitirme, y a las que tendría que plantear una especie de reducción al absurdo donde el rechazable resultado final invalidaría el razonamiento y demostraría la mentira de la proposición.

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