La ensoñación en la política


Cataluña vive un conflicto social derivado del enfrentamiento de dos proyectos políticos opuestos para la región: el que pretende la independencia y el que pretende que Cataluña siga siendo parte de España. Este conflicto ha traído unas consecuencias muy graves como son la polarización de la sociedad y la política y, por tanto, el enfrentamiento social, disturbios en las calles, la detención y juicio de políticos que tomaron medidas contrarias a las leyes, pérdidas económicas, incertidumbre, debilitamiento del proyecto de convivencia, deterioro de la imagen de Cataluña y de España en su conjunto.


Para superar esta situación diferentes voces apelan al diálogo, la herramienta de solución de conflictos más adecuada y útil en sociedades democráticas y abiertas como la nuestra, pero el diálogo hoy en Cataluña no es posible porque falta algo imprescindible: una descripción acordada de la realidad social y política. Se trata de un acuerdo fundamental, básico, sin el cual no se puede empezar porque resulta imposible la comunicación. Ante un conflicto, el que sea, podemos tener diferentes fines a alcanzar y diferentes métodos para conseguirlo, pero debemos compartir una descripción acerca de cuáles son realmente los componentes y los mecanismos de la sociedad, y esto no ocurre en Cataluña. Cuando unos hablan de Estado de Derecho, otros hablan de monarquía bananera. Cuando unos hablan de fuerzas del orden público, otros hablan de fuerzas de ocupación. Cuando unos hablan de golpe de estado o de rebelión, otros hablan de lucha por la libertad de un pueblo. Cuando unos hablan de justicia, otros hablan de venganza. Cuando unos hablan de violencia, otros hablan de acción política por la libertad. La declaración que la Universidad Autónoma de Barcelona aprobó en octubre de 2019 sirve como ejemplo de esto que expongo al llevar implícitas una descripción de la realidad y una interpretación de la legalidad incompatibles con el planteamiento de la otra parte.




¿Dónde radica la diferencia entre las dos formas de comprender y comunicar la realidad? En el concepto de verdad que cada una tiene. Aspiramos a construir nuestro conocimiento con verdades y actuamos de acuerdo con nuestro conocimiento. La verdad obliga y nadie en su sano juicio la desatiende ni tiene conscientemente proposiciones falsas como guías de su vida. Todos queremos basarnos en la verdad. La verdad consiste en una correspondencia con algo. Una proposición será verdadera si se corresponde fielmente con aquello a lo que se refiere. La mentira o la imprecisión se deben a un desacuerdo entre la proposición y su correspondencia. Hay tantos tipos de verdad como espacios de referencia. Dime, verdad, a qué estás referida y te diré qué tipo de verdad eres: la verdad científica está referida a leyes científicas, la verdad poética a una imagen subjetiva, la verdad religiosa a la fe del creyente...



El desencuentro que hace imposible el diálogo en Cataluña hoy se debe a que los dos bloques en conflicto mantienen concepciones diferentes de la verdad y, como consecuencia de ello, tienen descripciones diferentes de la realidad. Como la política parte de un diagnóstico de la realidad, de su comprensión para luego edificar las propuestas de cambio y reforma, la forma como entendamos la verdad va a determinar también la política.



¿Con qué se corresponde la verdad que mantiene cada uno de los bloques enfrentados en Cataluña? ¿Qué tipo de verdad sirve a cada uno para construir su relato? Aunque no de forma exclusiva sí de forma característica, el bloque independentista construye su discurso mediante la postverdad, mientras que el bloque unionista mantiene un concepto de verdad que tiene los hechos como referencia. La verdad en este último caso consiste en la adecuación de la proposición a la realidad. Una vez construida la proposición diremos que es verdadera si al confrontarla con la realidad vemos que la refleja adecuadamente, si vemos que proposición y realidad son coherentes. La postverdad, en cambio, consiste en la adecuación de la proposición a las intenciones de quien la proclama. La postverdad encierra una intención de influir en la realidad, de cambiarla de antemano. La postverdad es anterior a la realidad, no se construye la proposición a partir de la observación de la realidad, sino que se construye la realidad a partir de la proposición. Una postverdad será válida si es capaz de modificar la realidad en la línea que marca nuestra intención. Dado que es un instrumento de acción política no va dirigida a un individuo concreto, sino a una comunidad, y se sirve de sus miembros como agentes del cambio. Para ello no apela a la razón, sino al sentimiento, a lo emocional. El recurso a las emociones es de una gran eficacia, ya que con unos mensajes sencillos el grupo se enciende y enardece en un proceso que se alimenta recíprocamente entre los miembros de ese grupo.



Nos encontramos, entonces, ante dos posiciones incompatibles enmarcadas en paradigmas diferentes. Así no va a haber diálogo. Para que este sea posible hace falta acordar un paradigma compartido que posibilite la conexión entre las partes y que fluyan los mensajes en un idioma común. El independentismo catalán vive en la ensoñación y la utiliza como arma política. Para dialogar con él habría que acompañarlo en ese mundo soñado. Pero también cabe la esperanza de que adopte el sentido de realidad, que se instale en el mundo de los hechos. Así nos situaríamos en el principio de la solución porque a partir de aquí sería posible el diálogo. En política sólo se debe aspirar a la verdad de los hechos, a las proposiciones que para ser verdaderas se someten constantemente al contraste con la realidad, a la verdad falsable. La política tiene un compromiso irrenunciable con la realidad y, por tanto, con la verdad contrastable con los hechos. Aquí tiene que producirse el acuerdo, en situar la política en el espacio de lo posible y lo real, que es un espacio de la razón, único espacio donde es posible el diálogo.

Peñaranda de Bracamonte, 3 de noviembre de 2019



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